Cuando era chico mi abuelo tenia una casita en Burzaco donde
pasábamos algunos fines de semana. Los vecinos en su mayoría tenían gallineros.
Desde aquella época que no me despertaba el canto de un gallo. Hoy a las seis y
media de la mañana el señor gallo comenzó a cantar apenas despuntaba una luz en
el horizonte. En el silencio del pueblo se sentía como si lo tuviera dentro de la habitación.
Esperé que alguien lo apagara de una buena vez hasta que me quede dormido
nuevamente.
Como esta vez alquilamos una cabañita, prepare unos mates al
levantarme para desayunar con mi amigo, acompañándolo con una trenza de masa de
factura (o como se llame eso) con dulce y cerezas de la zona. Un lujo matutino
mientras el solcito entraba por la ventana y el perro del dueño se echaba panchamente
contra la puerta para tomar calor. Terminada la primer comida del dia, pasamos
por la oficina de turismo donde nos dieron información del lugar.
Nos sugirieron visitar algunas chacras donde podíamos comprar dulces y frutas como
las famosas cerezas o frambuesas cultivadas aquí. O tomar el camino paralelo al
rio Jeinimeni rumbeando para el Monte Zeballos, que se encuentra cercano a la
cordillera. Fuimos para el lado de la cordillera.

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Un rato después realizamos los tramites
migratorios y nos encontramos nuevamente en tierra chilena. Allí no más se
encuentra el pueblo de Chile Chico y continuando por la ruta nos topamos
directamente con la cordillera. El camino no es de pavimento pero al comienzo
es de un buen mejorado, por lo menos hasta el mirador de Laguna Verde, una extensión
de agua que se ve desde arriba con el fondo de algunos picos apenas nevados y
un color verde esmeralda muy similar al que encontramos en el Lago Torre.
Algunos peñones gigantescos ofician como especie de islas en su interior.
Saliendo de la zona ya el camino continua subiendo entre la
montaña, ahora bastante mas empinado que antes. Al dar una vuelta bordeando la
pared de piedra nos encontramos con un espectáculo impresionante. El lago
General Carrera, continuación del Lago Buenos Aires, como se lo llama del lado
argentino, pero muchísimo mas extenso y de un color azul muy profundo con las
montañas de la cordillera cayendo a pico sobre el agua. Nos quedamos
maravillados con el espectáculo, el lago parecía no terminar nunca y la altura
desde donde estábamos aumentaba la impresión. De hecho, es el segundo lago en extensión
en Sudamérica.

Luego de jugar a la montaña rusa entre paredones de piedra,
camino de cornisa y curvas y contra curvas alcanzamos un llano donde ya se veían chacras con animales. Al rato de andar y como ya llevábamos mas de dos
horas de camino, decidimos volver dando vuelta en U para encarar otra vez las
subidas y bajadas. Que en este caso eran mas bajadas, así que lo pudimos hacer
mas confiados, parando cada tanto para sacar algunas fotos. El sur de Chile ya
nos habían hablado que era muy lindo y tenían razón, es para maravillarse. Fue como pasear en avioneta pero al borde de la montaña.
Volvimos contentos con lo que nos habia sorprendido el dia.
Sin saberlo, buscamos y encontramos algo muy superior a lo que esperábamos.
Charly disfrutó del manejo a pesar que confesó que fue al camino que mas temor
le dio de todos los que habia realizado hasta el momento en todos sus viajes.
Yo disfrute del paisaje, cuando podía abstraerme de mi vértigo, claro. Fue un día estupendo de sorpresivo descubrimiento.
Mañana saldremos para Esquel, próxima parada subiendo por la
40. Cuando estemos allí decidiremos cuanto tiempo nos quedaremos. La espontaneidad es
nuestra hoja de ruta y hasta ahora nos ha ido fantástico.
2 comentarios:
Que buen camino.
oh god, vértigo total. Sólo dopada podrán volver a llevarme por un camino de cornisa. Pero las imágenes desde esa altura son inigualables.
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